viernes, 23 de septiembre de 2011

La reforma protestante

El protagonista principal de la Reforma protestante fue Lutero (1483-1546). No es necesario debatir ahora si la Reforma habría triunfado con o sin él. Tampoco es el momento de presentar las distintas opiniones que las historiografías católica, protestante y marxista han ofrecido sobre su figura. Lutero, que se sintió siempre sajón, nació en Eisleben en el seno de una familia frágilmente acomodada, pues su padre, de ser un simple minero llegó a ser un pequeño empresario de minas. Su educación en la familia y en la escuela fue rigurosa y rígida. Estudió artes y filosofía en la universidad de Erfurt e ingresó a los veintiún años en los agustinos. Poco después fue ordenado sacerdote (1507). Estudió y se doctoró en teología (1512) en la universidad de Wittemberg, de cuyo claustro sería profesor de "Lectura in Biblia" poco después de haber realizado un viaje a Roma (1510-1511) por orden de sus superiores. Entre 1513 y 1518 dio lecciones sobre los salmos, sobre las cartas de San Pablo a los romanos, a los gálatas y a los hebreos, decisivas en la formación de su teología sobre la nulidad de la ley y de las obras humanas frente a la acción salvadora de la gracia de Dios. La certidumbre de que Dios no nos juzga por el balance de obras buenas y malas, sino que nos justifica a causa de nuestra fe, a causa de los méritos de Cristo, sin que dejemos de ser pecadores, proporcionaría a Lutero la raíz fundamental de su pensamiento.
Lutero no sólo rompió con la Iglesia, también lo hizo con el Humanismo. Cierto es que la Reforma en sus comienzos fue deudora del Humanismo en su crítica radical de la escolástica, en su censura de las estructuras curiales y de la vida y la moral de los frailes, en su recurso a las fuentes clásicas. Pero Lutero rechazaba radicalmente las posiciones humanistas sobre la libertad humana. Mientras éstos, con Erasmo como portavoz, creen en la bondad natural del hombre, en el valor de sus actos positivos y en su posibilidad de cooperar con la obra divina, la antropología luterana, pesimista, maniquea y agustina, afirma, en cambio, la incapacidad del hombre, corrupto, indigno e inclinado sólo al mal, para colaborar en la obra de la salvación.
Martín Lutero, de Lucas Cranach el Joven

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